Ciertos fabricantes o empresas de servicios diseñan sus productos o servicios de modo que éste se torne obsoleto o inservible tras un período de tiempo. Para la industria, esta planificación encubierta del fin de la vida útil de un producto o servicio estimula positivamente la demanda, al alentar a los consumidores a comprar nuevos productos si desean seguir utilizándolos.
En 1881, Tomas Edison desarrolla una bombilla que duraba 1500 horas. Treinta años más tarde las bombillas tenían una vida útil certificada de 2500 horas. Pero en 1924, un cártel que agrupaba a los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos pactó limitar la vida útil de las bombillas eléctricas a 1000 horas.
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